Calaveras en el quirófano | El Diario Vasco

2022-11-07 15:32:18 By : Mr. Bo WU

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Raquel, con uno de sus gorros, antes de entrar al quirófano.

Cuando el cirujano que se dispone a abrirte la pierna lleva un gorrito de calaveras cachondas, y la anestesista cubre su coleta con payasos y comecocos azules, uno, que en esos momentos de inquietud está desnudo física y emocionalmente, se siente como más arropado. Si llevan esos gorros, esto no debe de ser tan tremendo. Esta es la reflexión que sobre la mesa de operaciones cruzó el pensamiento de un paciente medio segundo antes de caer anestesiado para someterse al implante de una prótesis de cadera. Ese último instante de lucidez le aportó una inesperada tranquilidad ante la encarnizada coyuntura de sierra, martillo y tornillería que se avecinaba. Parece mentira, pero esos desenfadados gorritos de colores ejercieron un inexplicable efecto terapéutico que el enfermo recuerda ahora, felizmente recuperado, con una sonrisa de gratitud.

Del poder psicológico de esos gorros tuneados sabe un rato la anestesista Carmen Truyols, de 30 años, creadora, junto a su hermana Raquel, de Trucaps , una pequeña empresa que los vende por internet desde hace un par de años. Yo lo he vivido en primera persona... y creo profundamente en ello. Con los niños, por ejemplo, es fundamental llevar un uniforme divertido, les tranquiliza ver colores, animalitos... También los adultos se fijan; no sé si les calma, pero por lo menos haces el ambiente menos hostil.

Hace 20 años en EE UU

La moda de cambiar el tradicional tocado de quirófano (ése de severos tonos verdes, en consonancia con el resto del atuendo quirúrgico) por otro menos trascendente, de colores y figuritas traviesas, desembarcó tímidamente en los hospitales españoles hace 20 años procedente, claro, de Estados Unidos, donde la NBC empezaba a emitir aquel fenómeno televisivo de Urgencias que tantas vocaciones despertó. Hoy está tan extendida que es raro que, alrededor de una mesa de operaciones, no haya un médico, un enfermero o un auxiliar que luzca una de estas telas estampadas. Y posiblemente alguna lleve la firma de Trucaps, la aventura empresarial de estas dos hermanas madrileñas que nació por casualidad en un viaje de amigas. Así lo cuenta Carmen: Soy anestesista y me paso el día entero en el quirófano con un gorro en la cabeza, y como cualquier mujer, soy muy coqueta. En mis vacaciones, solía ir con mis amigas, compañeras de la facultad convertidas en cirujanas, ginecólogas..., a países exóticos, donde de recuerdo del viaje, nos hacíamos un gorro de quirófano.

En esos años, en España apenas existía oferta y había que importarlos de Estados Unidos, donde salían carísimos. En todos los viajes pensaba qué buena idea sería montar una empresa de gorros divertidos. Veía que a todo el mundo le encantaban, que la gente me preguntaba por la tienda donde los había comprado, y siempre era la misma respuesta, lo he traído de fuera... Llegó la crisis y en 2013, cuando peor estaban las cosas, mi hermana Raquel, que es ingeniera de caminos y estaba en paro, no hacía más que decirme que había que emprender, y que había que hacer algo español... Así que yo le conté mi idea como una tontería que se me había ocurrido... Y Raquel, que tiene una máquina de coser en casa, se puso a investigar En una semana ya no se lo podía quitar de la cabeza. Se nos despertó el gusanillo de emprender y nos lanzamos a la piscina sin haber tenido un negocio nunca. Así nació Trucaps, un nombre formado por la primera sílaba de su apellido y la palabra gorros en inglés.

El producto no es para un público de masas. Básicamente se reduce a personal sanitario que, por la asepsia que debe imperar en las zonas quirúrgicas, necesita cubrirse el cabello. Carmen lo ha sabido mover entre sus colegas de profesión, que ya le reclaman piezas completamente personalizadas: uno con la foto de un traumatólogo y su pareja en el Caribe, un espermatozoide para un ginecólogo de una clínica de fertilidad... Hay médicos (más ellas que ellos) que se han enamorado de los modelos con vacas y con gatos y perros, un éxito de ventas. El catálogo de bordados es amplio: mariquitas, búhos (ambos agotados), estrellas, elefantes, alpargatas, comecocos, tablas de surf, hojas, coches, motos O de estilo grafitero, o gorritos urban style con unos coloridos edificios muy originales. Y también de flores, de calcetines, de calaveras, de payasos, de cachemir azul y rojo El modelo de mariposas es el que gasta nuestra joven anestesista, que lo guarda como oro en paño porque se quedaron sin la tela. Aún hay gente que nos escribe para saber si volveremos a sacarlo y es que a veces compramos telas a ver qué pasa y se venden fenomenal, y otras tenemos auténticos desastres, se sincera.

Carmen aún se emociona cuando recuerda a la madre que les pidió un gorro personalizado para la cirujana cardiaca que había salvado la vida de su bebé al nacer. La mujer, eternamente agradecida, buscaba un regalo único, algo especial. Le hicimos un gorro precioso, y le enviamos en el mismo paquete una tarjeta con la foto de la niña y una dedicatoria de sus padres. Desde que lo mandamos, hemos recibido un montón de peticiones de ese hospital.

Las cosas les van bien a las hermanas Truyols. El año pasado vendieron unas dos mil piezas (hay modelos para pelo largo y corto). Su precio ronda los once euros, pero el factor sorpresa está asegurado. Las mujeres arriesgan más, son más coquetas y los coleccionan para tener dónde elegir; los hombres se inclinan por colores lisos con sus iniciales o estampados sencillos.

El 90% de sus clientes es personal sanitario de hospitales, clínicas y laboratorios, pero han recibido solicitudes muy curiosas: para cocineros, para un grupo de amigas que trabajan en una fábrica de enlatados y otra de las más entrañables: para una niña de 10 años que sueña con ser cirujana... Con esas ganas, seguro que se saca la carrera con el gorro.